[Traducción del francés: Júlio Béjar]
‘EL NUEVO PURITANISMO NO DEMONIZA A LA MUJER, SINO AL HOMBRE’
LE FIGARO – El movimiento global contra el acoso promueve la libertad de las mujeres y en modo alguno restringir la sexualidad. ¿Puede denominarse a eso ‘puritanismo’?
PASCAL BRUCKNER. – Este fenómeno no es global. Sólo se da en Occidente, donde nació el movimiento de emancipación de las mujeres. Lo que demuestra que el patriarcado está muy debilitado en nuestras sociedades. Es la famosa ley de Tocqueville: no son los pueblos míseros los que se rebelan, sino los que viven mejor. Las mujeres se están rebelando con razón contra los ataques que sufren porque ostentan ya un poder y unos derechos considerables. El progreso en la libertad de la mujer va de la mano del odio hacia las mujeres libres por parte de quienes las quieren castigar por alzar la cabeza. El resentimiento de algunos hombres hacia ellas se asemeja a la furia del negrero ante la abolición de la esclavitud. Si hay puritanismo, es post-pornográfico e incluye la revolución sexual. Los procesos mediáticos, especialmente en los Estados Unidos, son una competición por el detalle escabroso: la mancha de semen en el vestido de Mónica [Lewinsky], la felación en el Despacho Oval, las proposiciones desvergonzadas. Disfrutamos con el pecado que decimos condenar. Bajo las muestras de desaprobación, hay una delectación resentida, el triunfo de una obscenidad lasciva. El sexo es visto como una necesidad irrefrenable que aniquila todo gesto implícito. Ya no nos enfundamos guantes, no guardamos las formas. Hay una diferencia entre la expresión francesa ‘hacer el amor’, un acto más o menos civilizado, y el « tener sexo », más directo de los estadounidenses, la simple satisfacción de una pulsión. Con raras excepciones (Woody Allen, Clint Eastwood), las películas de Hollywood basculan entre el romance melifluo y la brutalidad erótica: personas a punto de ebullición obligadas a saltar una sobre otra para dar rienda suelta a sus deseos. Añoramos las películas clásicas donde los amantes se entregaban con elegancia. El viejo puritanismo veía en la mujer la tentación diabólica; el nuevo ha transferido esa desconfianza al hombre. Hemos cambiado de maldición pero no de mentalidad.
LF – ¿Cree que el ‘movimiento’ ha ido demasiado lejos?
PB – ‘Saca de paseo a tu cerdo’ [la campaña ‘Balance ton porc’] ha permitido a las auténticas víctimas liberarse del terror y denunciar a sus atacantes, sí, pero el movimiento está desbordándose debido a los excesos, evocando las prácticas de la Revolución Cultural China, que clavaba a los discrepantes en la picota. Cada semana exige su lote de culpables a los que exhibir en el muro de la vergüenza. Cualquier acusación equivale a una condena. Sandra Muller, promotora de ‘Saca de paseo a tu cerdo’, califica de ‘verdugo’ a alguien que una noche le dijo, en un momento de embriaguez: ‘Tienes unas buenas tetas, haré que goces toda la noche’. Sostiene que eso la traumatizó durante diez años. ¿No es esto exagerado?
LF – Según algunas feministas, se da una continuidad entre violencia simbólica, verbal y física …
PB – No se distingue entre la violación, que es un crimen, el acoso, que es un delito castigado por ley, y la zona gris de las miradas insistentes, la renuencia e incluso los insultos. Esta confusión es extremadamente grave porque penaliza a las verdaderas víctimas expropiándolas de su desgracia por otras candidatas al mismo estatus. ¡Incluso el cumplido es visto como una agresión! Sembrando la confusión entre crímenes, delitos menores, abusos de poder y comportamientos inapropiados procedentes de las relaciones privadas, socavamos cualquier jerarquía del sufrimiento. Para lugares públicos, bares, discotecas, restaurantes, debemos considerar códigos de buena conducta que castiguen todo comportamiento grosero, con multas si fuese necesario. Sobre todo, debemos educar a los niños en el respeto y la cortesía. Pero es inquietante ver como regresa la vieja cantinela victoriana de la mujer-víctima. Como un pajarillo indefenso ante los ataques del macho furioso. Como si ellas no pudiesen lidiar con la torpeza, como si tampoco fuesen capaces de repeler acercamientos no deseados. Mujeres infantilizadas y desvalidas, cuando de lo que se trataría es de protegerlas y dotarlas de poder.
LF – ¿Debemos ver tras esos excesos un odio hacia el hombre?
PB – Para muchas, el hombre es culpable por el simple hecho de tener pene. Es por naturaleza el déspota malvado. ¿No escribió la escritora Nancy Huston [http://www.lemonde.fr/…/on-ne-nait-pas-homme_1194052_3232.h…] que ‘la erección es el problema más acuciante de la humanidad’? El crimen está en la anatomía, cada niño es un asesino en potencia. Cuando Caroline De Haas afirma que uno de cada dos o tres hombres es un agresor [https://www.marianne.net/…/video-un-homme-sur-deux–agresse…], está haciendo una amalgama irreflexiva. Si existiese un delito de incitación al odio contra el género masculino, ¡se llevaría el premio! Llegamos a la situación estadounidense, donde hombres y mujeres conviven como dos tribus a ambos lados de un río y comunicándose sólo ley en mano, en un estado de hostilidad contractual permanente. « Los dos sexos morirán separados », dijo Proust. En los Estados Unidos, todavía podrán hablar pero con la mediación de un abogado.
LF – ¿Desaparecerá el ámbito privado en favor de una judicialización de todas las relaciones sociales, incluidas las afectivas?
PB – Eso ya es muy visible en los campus estadounidenses. En la década de 1990, el Antioch College (Ohio) ya instituyó un estatuto entre niños y niñas. Estipula que ‘debe obtenerse y renovar el consentimiento en cada encuentro sexual’ y detalla cada una de las áreas anatómicas autorizadas a explorar, senos, muslos, tipos de beso, etc. Este tipo de recomendación se ha extendido. Existen aplicaciones de teléfonos móviles como « Sí al sexo » que reemplazan el consentimiento tácito por el consentimiento expreso, formalizado mediante tecnología. Además de reintroducir la mirada social en lo que es un acto íntimo, preocupa observar que si un ‘no’ es siempre un ‘no’, un ‘sí’ nunca es totalmente un ‘sí’. Algunos estudiantes, decepcionados, vuelven al acuerdo tácito y revisan retrospectivamente el encuentro como un asalto, manteniendo latente la posibilidad de demanda.
LF – Es paradójico tratándose de una sociedad tan liberal …
PB – El verdadero poder en los Estados Unidos es judicial, no político. El sueño americano es el de una sociedad completamente recreada y reconfigurada por la ley hasta en los más nímios detalles y que destierre el uso, es decir, la herencia involuntaria, portadora de siglos de subyugación. Esta naturaleza procedimental es problemática cuando de lo que se trata es de regular el resbaladizo terreno de los afectos y las pasiones. Todas las relaciones amorosas están codificadas, incluso la seducción, que se asemeja a veces a una entrevista de trabajo. Acordamos citas, ‘dates’, mediante una gradación y un procedimiento más rígidos que el mapa del Tendre*. Estados Unidos es la sociedad de las reglas, mientras que nosotros somos una sociedad de modales que deja más espacio para la improvisación, el juego y la coquetería. En este neopuritanismo, el sacerdote es reemplazado por el abogado y el juez. Olvida que el amor es también un bello riesgo, y considera que cualquier persona que se sienta perjudicada en una relación debe poder buscar una indemnización. Cada uno es convocado a poner su deseo por escrito, para saber de antemano lo que quiere, para acabar con el concepto de ‘quizás’. Se olvida así que la lujuria es como un juego, tendente a la ambigüedad y que no siempre estamos seguros de nuestro deseo antes de ser presas de él. Estos procedimientos hacen negocio a cuenta de la complejidad de los sentimientos humanos. Francia debe resistir el clima de macarthismo moral que nos llega de los Estados Unidos; para nosotros, lo que une a hombres y mujeres es más importante que lo que los separa. Tenemos que preservar esa atmósfera de libertad erótica y amorosa que hizo de la Europa latina un lugar de tan alta civilización. En ese sentido, es posible que el Viejo Mundo deba ser el porvenir del Nuevo.
LF – En un discurso pronunciado durante la Marcha de las Mujeres, la actriz Natalie Portman apelaba a una « revolución del deseo ». ¿Ese afán de politizar el deseo puede ser peligroso?
PB – La revolución en Hollywood nunca será otra cosa que una versión de Hollywood. La idea de una solución política a las desgracias del amor no es nueva. Nace con Sade y Fourier y será teorizada por Wilhelm Reich en el siglo XX: una buena gestión de las pulsiones libidinales debería traer paz a la sociedad. Pero el amor no es una enfermedad que se preste a tratamientos. Deseamos seres que, en el mejor de los casos, nos deseen a cambio, y esta simple reciprocidad es tan maravillosa que no es preciso introducir el ritornello de la Revolución: la ley velando por las personas, los ciudadanos amándose unos a otros como lo consideren conveniente sin que el Estado o la justicia interfieran. Ceder al sentimiento amoroso es reconectarse con el viejo teatro de las pasiones. Somos a menudo revolucionarios en las declaraciones, pero siempre anticuados en nuestras inclinaciones. No olvidemos el inmenso ejército de hombres y mujeres invisibles que no tienen acceso a la gran fiesta de placer y a los que la proclama de la bella y talentosa Natalie Portman probablemente deja indiferentes.
LF – Algunos denuncian una ‘cultura de la violación’ que estaría presente en todas las representaciones artísticas y populares. ¿Ve ahí usted una voluntad de purga?
PB – Ya en la década de los noventa, Picasso, Balthus, Renoir, Degas, Gauguin fueron blanco de activistas preocupados por la pureza estética. Una académica francesa pontifica, por ejemplo, en Libération que ‘Blow-Up’ ahora debe verse como una incitación a la violación [http://www.liberation.fr/…/blow-up-revu-et-inacceptable_161…]. Volveremos a ver a Polanski, Fellini, Truffaut de este aniquilador del ángulo. En Magazine Littéraire [http://archives.magazine-litteraire.com/des-blancs-qui-en-d…], una ‘especialista’, Sophie Rabau, recomienda sacar a pasear al cerdo en la ficción: Carmen, Traviata y Célimène ceden, no gracias a la tenacidad de sus amantes, sino debido a que son violadas. Lo mismo ocurre con la Bella Durmiente del Bosque, que no ha dado su consentimiento mientras dormía al beso liberador … Liberemos todo el canon artístico con las tijeras de nuestros nuevos censores.
LF – Con su mesianismo defensor de un futuro radiante y reconciliado, ¿no será el feminismo la última utopía del siglo XXI?
PB – El feminismo está demasiado dividido para convertirse en un sustituto de las grandes ideologías. La reconciliación entre los sexos es una quimera. Las fatalidades anatómicas, las potencialidades permitidas a unos y denegadas a otros (por ejemplo, el don de la maternidad, el distinto concepto del placer) clausuran la posibilidad de cualquier entente idílica. Siempre habrá entre hombres y mujeres una relación indiscernible de atracción y miedo. Pero para los teoricistas del género, dos sexos son demasiados. La década de los sesenta se basó en la gozosa utopía de la promiscuidad universal, especialmente porque el SIDA aún no existía. Si hubiésemos releído a los clásicos de la literatura francesa, especialmente al Marqués de Sade, habríamos comprendido que toda liberación del deseo es también liberación del derecho de toda persona a querer poseer a cualquiera. En Sade, esa liberación conduce siempre al campo del delito.
LF – ¿No estamos asistiendo a un golpe de timón, cincuenta años después del « gozar sin obstáculos » proclamado en Mayo del 68?
PB – Hemos renunciado definitivamente a Mayo del 68. Se creyó que habían desaparecido de un plumazo 2.000 años de judeocristianismo, que las zonas vergonzosas habían pasado a ser zonas gozosas. El punto de inflexión llegó en la década de los ochenta con los casos de pedofilia: el deseo ha perdido su inocencia. Curioso destino para una generación que quiso romper con todos los tabúes y que ha descubierto en la sexualidad una parte de sombra, de violencia. Eros es una pulsión tanto de muerte como de vida. Paradójicamente, hoy queremos mantener el porno, la permisividad, pero penalizar a los pervertidos. Como para vengar esas libertades otorgadas en términos de moral. El lema de nuestro tiempo es « gozar y castigar ». Al mismo tiempo, se busca el placer y el castigo. Y nos arriesgamos a cosechar tan sólo el disfrute del castigo.
[* Nota del trad.: la ‘Carte Tendre’, es un documento cartográfico del siglo XVII, que mapea mediante metáforas los sinuosos caminos y sendas del amor].
[Entrevista con el escritor y filósofo Pascal Bruckner, aparecida el sábado 3 de Marzo en ‘Le Figaro’:
http://www.lefigaro.fr/vox/societe/2018/03/02/31003-20180302ARTFIG00304-pascal-bruckner-le-nouveau-puritanisme-ne-diabolise-plus-la-femme-mais-l-homme.php]
Y también en castellano :