Jean-Patrick Capdevielle, Ton monde est vieux (1980)

Londres, été 1980

. Eros et Thanatos

Illustration de la chanson avec les toiles peintes par Jean-Patrick Capdevielle en 2017 et 2018 :

  • Art Gallery, 2018
  • Heroes Factory (Mickey’s Band), 2017
  • Le Déjeuner sur l’herbe, 2017

et des extraits de films :

  • Fritz Lang, Metropolis, 1927
  • Carlos Saura, Sevillanas, 1992

Jean-Patrick Capdevielle, Ton monde est vieux, 1980 (Album 2 ; CBS)

. Au nom du père et du fils

Paris, Olympia, 12 mai 1980. Version totalement inédite de la chanson, enregistrée lors de la première tournée au printemps 1980. Les paroles sont différentes de la version studio enregistrée à Londres quelques mois plus tard.

Paroles inédites :

Ton monde est vieux

Tu passes ta vie dans le fond d’une limousine
T’as ton oeil braqué sur toutes les combines
Mais quelque chose va troubler ta routine
Et toi tu comprends pas très bien ce que c’est
Dans ton cerveau, tu sens comme une épine
Et sous ta peau la frayeur t’assassine
T’es comme tous ceux qui descendent la colline
Avant d’avoir compris ce qui s’est passé
Tu dis des mots que tu n’oses même plus croire
C’est pas nouveau, mais ce qui change toute l’histoire
C ’est qu’hier encore, tu faisais semblant d’y croire
Maintenant tu pleures avant d’avoir parlé
Ta vie prend la forme d’un couloir
Et sur les murs, y a marqué « Pas d’espoir »
Tu dis que t’es pas seul dans ton trou noir
Mais ça t’aide pas beaucoup à t’en tirer

Ton monde est vieux
La terre est usée
Quand on la voit par tes yeux
Ton temps s’achève et tu devrais savoir dire adieu
Le jour se lève et ton train s’en va
Ton monde est vieux

Tu savais toujours ce qu’il fallait répondre
Et t’avais l’art pour te sortir du nombre
Maintenant, tu dis que l’avenir est sombre
Et que t’aimerais beaucoup le faire partager
A tous ceux qui t’écoutent sans répondre
En essayant de vivre sur les décombres
Que les gens comme toi traînent avec leur ombre
Et que c’est un peu tard pour tout changer

Si tu permets, t’as oublié qu’une chose
Un jour ou l’autre, tout le monde atteint sa dose
Même dans ton cas y en a une
Et si j’ose un conseil : va pas te cacher
T’as peur que quelque part quelque chose explose
On peut pas penser à tout, je suppose
C’est dans ta tête que sautent les portes closes
Ça te surprend, ça ; tu crois que ça devrait ?

Ton monde est vieux
La terre est usée
Quand on la voit par tes yeux
Ton temps d’achève et tu devrais savoir dire adieu
Le jour se lève et ton train s’en va
Ton monde est vieux

Moi j’ai rien à proposer en échange
De tes mirages et je me prends pas pour un ange
Si t’as envie de me répondre « Etrange »
Moi je te force pas à m’écouter
Quand je te dis que tout passe et tout change
Tu fais semblant de croire que tout s’arrange
Au fond, t’as toujours su ce qui nous dérange
Mais la fin d’un règne, faut en profiter

Je veux plus tes sermons dans mes oreilles
Laisse-moi donc oublier mes chansons de la veille
Je veux plus que tu viennes pendant mon sommeil
Parler de raison, dire que j’ai trop demandé
D’ailleurs, je demande rien, je suis tes conseils
J‘ai ma conscience à la main dès mon réveil
T’entends plus, fais régler ton appareil
Tu deviens sourd cette fois, c’est terminé

Ton monde est vieux
La terre est usée
Quand on la voit par tes yeux
Ton temps d’achève et tu devrais savoir dire adieu
Le jour se lève et ton train s’en va
Ton monde est vieux

 

Pour découvrir tout l’oeuvre peint de J.-P. C. :

[Peinture] – Jean-Patrick Capdevielle. L’œuvre peint

 

Pascal Bruckner : « El nuevo puritanismo no demoniza a la mujer, sino al hombre »

[Traducción del francés: Júlio Béjar]

‘EL NUEVO PURITANISMO NO DEMONIZA A LA MUJER, SINO AL HOMBRE’

LE FIGARO – El movimiento global contra el acoso promueve la libertad de las mujeres y en modo alguno restringir la sexualidad. ¿Puede denominarse a eso ‘puritanismo’?

PASCAL BRUCKNER. – Este fenómeno no es global. Sólo se da en Occidente, donde nació el movimiento de emancipación de las mujeres. Lo que demuestra que el patriarcado está muy debilitado en nuestras sociedades. Es la famosa ley de Tocqueville: no son los pueblos míseros los que se rebelan, sino los que viven mejor. Las mujeres se están rebelando con razón contra los ataques que sufren porque ostentan ya un poder y unos derechos considerables. El progreso en la libertad de la mujer va de la mano del odio hacia las mujeres libres por parte de quienes las quieren castigar por alzar la cabeza. El resentimiento de algunos hombres hacia ellas se asemeja a la furia del negrero ante la abolición de la esclavitud. Si hay puritanismo, es post-pornográfico e incluye la revolución sexual. Los procesos mediáticos, especialmente en los Estados Unidos, son una competición por el detalle escabroso: la mancha de semen en el vestido de Mónica [Lewinsky], la felación en el Despacho Oval, las proposiciones desvergonzadas. Disfrutamos con el pecado que decimos condenar. Bajo las muestras de desaprobación, hay una delectación resentida, el triunfo de una obscenidad lasciva. El sexo es visto como una necesidad irrefrenable que aniquila todo gesto implícito. Ya no nos enfundamos guantes, no guardamos las formas. Hay una diferencia entre la expresión francesa ‘hacer el amor’, un acto más o menos civilizado, y el « tener sexo », más directo de los estadounidenses, la simple satisfacción de una pulsión. Con raras excepciones (Woody Allen, Clint Eastwood), las películas de Hollywood basculan entre el romance melifluo y la brutalidad erótica: personas a punto de ebullición obligadas a saltar una sobre otra para dar rienda suelta a sus deseos. Añoramos las películas clásicas donde los amantes se entregaban con elegancia. El viejo puritanismo veía en la mujer la tentación diabólica; el nuevo ha transferido esa desconfianza al hombre. Hemos cambiado de maldición pero no de mentalidad.

LF – ¿Cree que el ‘movimiento’ ha ido demasiado lejos?

PB – ‘Saca de paseo a tu cerdo’ [la campaña ‘Balance ton porc’] ha permitido a las auténticas víctimas liberarse del terror y denunciar a sus atacantes, sí, pero el movimiento está desbordándose debido a los excesos, evocando las prácticas de la Revolución Cultural China, que clavaba a los discrepantes en la picota. Cada semana exige su lote de culpables a los que exhibir en el muro de la vergüenza. Cualquier acusación equivale a una condena. Sandra Muller, promotora de ‘Saca de paseo a tu cerdo’, califica de ‘verdugo’ a alguien que una noche le dijo, en un momento de embriaguez: ‘Tienes unas buenas tetas, haré que goces toda la noche’. Sostiene que eso la traumatizó durante diez años. ¿No es esto exagerado?

LF – Según algunas feministas, se da una continuidad entre violencia simbólica, verbal y física …

PB – No se distingue entre la violación, que es un crimen, el acoso, que es un delito castigado por ley, y la zona gris de las miradas insistentes, la renuencia e incluso los insultos. Esta confusión es extremadamente grave porque penaliza a las verdaderas víctimas expropiándolas de su desgracia por otras candidatas al mismo estatus. ¡Incluso el cumplido es visto como una agresión! Sembrando la confusión entre crímenes, delitos menores, abusos de poder y comportamientos inapropiados procedentes de las relaciones privadas, socavamos cualquier jerarquía del sufrimiento. Para lugares públicos, bares, discotecas, restaurantes, debemos considerar códigos de buena conducta que castiguen todo comportamiento grosero, con multas si fuese necesario. Sobre todo, debemos educar a los niños en el respeto y la cortesía. Pero es inquietante ver como regresa la vieja cantinela victoriana de la mujer-víctima. Como un pajarillo indefenso ante los ataques del macho furioso. Como si ellas no pudiesen lidiar con la torpeza, como si tampoco fuesen capaces de repeler acercamientos no deseados. Mujeres infantilizadas y desvalidas, cuando de lo que se trataría es de protegerlas y dotarlas de poder.

LF – ¿Debemos ver tras esos excesos un odio hacia el hombre?

PB – Para muchas, el hombre es culpable por el simple hecho de tener pene. Es por naturaleza el déspota malvado. ¿No escribió la escritora Nancy Huston [http://www.lemonde.fr/…/on-ne-nait-pas-homme_1194052_3232.h…] que ‘la erección es el problema más acuciante de la humanidad’? El crimen está en la anatomía, cada niño es un asesino en potencia. Cuando Caroline De Haas afirma que uno de cada dos o tres hombres es un agresor [https://www.marianne.net/…/video-un-homme-sur-deux–agresse…], está haciendo una amalgama irreflexiva. Si existiese un delito de incitación al odio contra el género masculino, ¡se llevaría el premio! Llegamos a la situación estadounidense, donde hombres y mujeres conviven como dos tribus a ambos lados de un río y comunicándose sólo ley en mano, en un estado de hostilidad contractual permanente. « Los dos sexos morirán separados », dijo Proust. En los Estados Unidos, todavía podrán hablar pero con la mediación de un abogado.

LF – ¿Desaparecerá el ámbito privado en favor de una judicialización de todas las relaciones sociales, incluidas las afectivas?

PB – Eso ya es muy visible en los campus estadounidenses. En la década de 1990, el Antioch College (Ohio) ya instituyó un estatuto entre niños y niñas. Estipula que ‘debe obtenerse y renovar el consentimiento en cada encuentro sexual’ y detalla cada una de las áreas anatómicas autorizadas a explorar, senos, muslos, tipos de beso, etc. Este tipo de recomendación se ha extendido. Existen aplicaciones de teléfonos móviles como « Sí al sexo » que reemplazan el consentimiento tácito por el consentimiento expreso, formalizado mediante tecnología. Además de reintroducir la mirada social en lo que es un acto íntimo, preocupa observar que si un ‘no’ es siempre un ‘no’, un ‘sí’ nunca es totalmente un ‘sí’. Algunos estudiantes, decepcionados, vuelven al acuerdo tácito y revisan retrospectivamente el encuentro como un asalto, manteniendo latente la posibilidad de demanda.

LF – Es paradójico tratándose de una sociedad tan liberal …

PB – El verdadero poder en los Estados Unidos es judicial, no político. El sueño americano es el de una sociedad completamente recreada y reconfigurada por la ley hasta en los más nímios detalles y que destierre el uso, es decir, la herencia involuntaria, portadora de siglos de subyugación. Esta naturaleza procedimental es problemática cuando de lo que se trata es de regular el resbaladizo terreno de los afectos y las pasiones. Todas las relaciones amorosas están codificadas, incluso la seducción, que se asemeja a veces a una entrevista de trabajo. Acordamos citas, ‘dates’, mediante una gradación y un procedimiento más rígidos que el mapa del Tendre*. Estados Unidos es la sociedad de las reglas, mientras que nosotros somos una sociedad de modales que deja más espacio para la improvisación, el juego y la coquetería. En este neopuritanismo, el sacerdote es reemplazado por el abogado y el juez. Olvida que el amor es también un bello riesgo, y considera que cualquier persona que se sienta perjudicada en una relación debe poder buscar una indemnización. Cada uno es convocado a poner su deseo por escrito, para saber de antemano lo que quiere, para acabar con el concepto de ‘quizás’. Se olvida así que la lujuria es como un juego, tendente a la ambigüedad y que no siempre estamos seguros de nuestro deseo antes de ser presas de él. Estos procedimientos hacen negocio a cuenta de la complejidad de los sentimientos humanos. Francia debe resistir el clima de macarthismo moral que nos llega de los Estados Unidos; para nosotros, lo que une a hombres y mujeres es más importante que lo que los separa. Tenemos que preservar esa atmósfera de libertad erótica y amorosa que hizo de la Europa latina un lugar de tan alta civilización. En ese sentido, es posible que el Viejo Mundo deba ser el porvenir del Nuevo.

LF – En un discurso pronunciado durante la Marcha de las Mujeres, la actriz Natalie Portman apelaba a una « revolución del deseo ». ¿Ese afán de politizar el deseo puede ser peligroso?

PB – La revolución en Hollywood nunca será otra cosa que una versión de Hollywood. La idea de una solución política a las desgracias del amor no es nueva. Nace con Sade y Fourier y será teorizada por Wilhelm Reich en el siglo XX: una buena gestión de las pulsiones libidinales debería traer paz a la sociedad. Pero el amor no es una enfermedad que se preste a tratamientos. Deseamos seres que, en el mejor de los casos, nos deseen a cambio, y esta simple reciprocidad es tan maravillosa que no es preciso introducir el ritornello de la Revolución: la ley velando por las personas, los ciudadanos amándose unos a otros como lo consideren conveniente sin que el Estado o la justicia interfieran. Ceder al sentimiento amoroso es reconectarse con el viejo teatro de las pasiones. Somos a menudo revolucionarios en las declaraciones, pero siempre anticuados en nuestras inclinaciones. No olvidemos el inmenso ejército de hombres y mujeres invisibles que no tienen acceso a la gran fiesta de placer y a los que la proclama de la bella y talentosa Natalie Portman probablemente deja indiferentes.

LF – Algunos denuncian una ‘cultura de la violación’ que estaría presente en todas las representaciones artísticas y populares. ¿Ve ahí usted una voluntad de purga?

PB – Ya en la década de los noventa, Picasso, Balthus, Renoir, Degas, Gauguin fueron blanco de activistas preocupados por la pureza estética. Una académica francesa pontifica, por ejemplo, en Libération que ‘Blow-Up’ ahora debe verse como una incitación a la violación [http://www.liberation.fr/…/blow-up-revu-et-inacceptable_161…]. Volveremos a ver a Polanski, Fellini, Truffaut de este aniquilador del ángulo. En Magazine Littéraire [http://archives.magazine-litteraire.com/des-blancs-qui-en-d…], una ‘especialista’, Sophie Rabau, recomienda sacar a pasear al cerdo en la ficción: Carmen, Traviata y Célimène ceden, no gracias a la tenacidad de sus amantes, sino debido a que son violadas. Lo mismo ocurre con la Bella Durmiente del Bosque, que no ha dado su consentimiento mientras dormía al beso liberador … Liberemos todo el canon artístico con las tijeras de nuestros nuevos censores.

LF – Con su mesianismo defensor de un futuro radiante y reconciliado, ¿no será el feminismo la última utopía del siglo XXI?

PB – El feminismo está demasiado dividido para convertirse en un sustituto de las grandes ideologías. La reconciliación entre los sexos es una quimera. Las fatalidades anatómicas, las potencialidades permitidas a unos y denegadas a otros (por ejemplo, el don de la maternidad, el distinto concepto del placer) clausuran la posibilidad de cualquier entente idílica. Siempre habrá entre hombres y mujeres una relación indiscernible de atracción y miedo. Pero para los teoricistas del género, dos sexos son demasiados. La década de los sesenta se basó en la gozosa utopía de la promiscuidad universal, especialmente porque el SIDA aún no existía. Si hubiésemos releído a los clásicos de la literatura francesa, especialmente al Marqués de Sade, habríamos comprendido que toda liberación del deseo es también liberación del derecho de toda persona a querer poseer a cualquiera. En Sade, esa liberación conduce siempre al campo del delito.

LF – ¿No estamos asistiendo a un golpe de timón, cincuenta años después del « gozar sin obstáculos » proclamado en Mayo del 68?

PB – Hemos renunciado definitivamente a Mayo del 68. Se creyó que habían desaparecido de un plumazo 2.000 años de judeocristianismo, que las zonas vergonzosas habían pasado a ser zonas gozosas. El punto de inflexión llegó en la década de los ochenta con los casos de pedofilia: el deseo ha perdido su inocencia. Curioso destino para una generación que quiso romper con todos los tabúes y que ha descubierto en la sexualidad una parte de sombra, de violencia. Eros es una pulsión tanto de muerte como de vida. Paradójicamente, hoy queremos mantener el porno, la permisividad, pero penalizar a los pervertidos. Como para vengar esas libertades otorgadas en términos de moral. El lema de nuestro tiempo es « gozar y castigar ». Al mismo tiempo, se busca el placer y el castigo. Y nos arriesgamos a cosechar tan sólo el disfrute del castigo.

[* Nota del trad.: la ‘Carte Tendre’, es un documento cartográfico del siglo XVII, que mapea mediante metáforas los sinuosos caminos y sendas del amor].

[Entrevista con el escritor y filósofo Pascal Bruckner, aparecida el sábado 3 de Marzo en ‘Le Figaro’:

http://www.lefigaro.fr/vox/societe/2018/03/02/31003-20180302ARTFIG00304-pascal-bruckner-le-nouveau-puritanisme-ne-diabolise-plus-la-femme-mais-l-homme.php]

Y también en castellano :

Neo-Feminismo e islamismo : Convergencias

Puedo testimoniar que de la violación, se sale

Pascal Bruckner : « Le nouveau puritanisme ne diabolise plus la femme, mais l’homme »

 

Pascal Bruckner : «Le nouveau puritanisme ne diabolise plus la femme, mais l’homme»

LE FIGARO. – Le mouvement mondial de lutte contre le harcèlement met en avant la liberté des femmes et n’entend nullement réfréner la sexualité. Peut-il être qualifié de « puritain » ?

Pascal BRUCKNER. – Ce mouvement n’est pas mondial. Il ne prend qu’en Occident, là où est né le mouvement d’émancipation des femmes. Il prouve que le patriarcat est très sérieusement écorné dans nos sociétés. C’est la fameuse loi de Tocqueville : ce ne sont pas les peuples miséreux qui se révoltent mais ceux qui vont mieux. Les femmes s’insurgent à juste titre contre les agressions dont elles sont victimes parce qu’elles jouissent déjà d’un pouvoir et de droits considérables. Le progrès de la liberté des femmes va de pair avec la haine envers les femmes libres de la part de ceux qui veulent les punir de relever la tête. Le ressentiment de certains hommes à leur endroit s’apparente à la fureur d’un propriétaire réagissant à l’abolition de l’esclavage. Si puritanisme il y a, il est post-pornographique et inclut la révolution sexuelle. Les procès médiatiques, surtout aux États-Unis, sont une course aux détails scabreux : la tache de sperme sur la robe de Monica, la fellation dans le Bureau ovale, les propositions impudiques. On se régale du péché qu’on feint de condamner. Sous la réprobation affichée, il faut entendre la délectation ressentie, le triomphe d’une pudibonderie lubrique. Le sexe est vu comme un besoin irrépressible qui tue toute forme d’implicite. On ne prend plus de gants, on n’y met plus les formes. Il y a une différence entre l’expression française « faire l’amour », acte plus ou moins civilisé, et le « have sex » , très cru des Américains, simple assouvissement d’une pulsion. À de rares exceptions près (Woody Allen, Clint Eastwood), les films hollywoodiens oscillent entre la romance sirupeuse et la brutalité érotique : des gens au bord de l’ébullition sont obligés de se jeter les uns sur les autres pour satisfaire leurs envies. On regrette les longs-métrages classiques où les amants s’abandonnaient avec élégance. L’ancien puritanisme voyait dans la femme la tentation diabolique ; le nouveau a transféré cette méfiance sur l’homme. On a changé de malédiction mais non de mentalité.

Pensez-vous que le mouvement aille trop loin ?

Balance ton porc a permis à d’authentiques victimes de sortir de la terreur et de dénoncer leurs agresseurs ; mais le mouvement est en train de se saborder en raison de ses excès, il évoque les pratiques de la Révolution culturelle chinoise, qui clouait les déviants au pilori. Chaque semaine exige son lot de coupables à exhiber sur le mur de la honte. Toute accusation vaut condamnation. Sandra Muller, qui a inventé Balance ton porc, qualifie de « bourreau » celui qui lui a dit un soir, dans une soirée arrosée : « Tu as de gros seins, je vais te faire jouir toute la nuit ». Elle s’en dit traumatisée pendant dix ans. N’est-ce pas exagéré?
Selon certaines féministes, il existe un continuum entre violences symboliques, verbales et physiques…
On ne sait plus distinguer entre le viol, qui est un crime, le harcèlement, qui est un délit condamné par la loi, et la zone grise des regards insistants, de la drague lourde, voire des insultes. Cette confusion est extrêmement grave parce qu’elle pénalise les vraies victimes expropriées de leur malheur par d’autres candidates au même statut. Même le compliment est vu comme une agression ! En semant la confusion entre crimes, délits, abus de pouvoir et simples comportements inappropriés qui relèvent de rapports privés, on sape toute hiérarchie des souffrances. On doit pour les lieux publics, bars, discothèques, restaurants envisager des codes de bonne conduite qui punissent tout comportement grossier, avec amendes si nécessaire. On doit surtout éduquer les enfants au respect et à la courtoisie. Mais il est inquiétant de voir revenir le vieux thème victorien de la femme victime. Ce serait une oie blanche en butte aux assauts des mâles déchaînés. Comme si, elle aussi, ne pouvait pas draguer avec maladresse, comme si elle aussi ne pouvait pas repousser les avances importunes. On infantilise et on désarme les femmes au moment où on prétend les protéger et leur rendre du pouvoir.

Faut-il voir derrière ces excès une haine de l’homme ?

Pour beaucoup, l’homme est coupable du simple fait qu’il porte un pénis. Il est par nature le despote couillu. L’écrivaine Nancy Huston n’a-t-elle pas écrit que « l’érection est le problème le plus grave de l’humanité » ? Le crime est dans l’anatomie, tout petit garçon est un tueur en puissance. Quand Caroline De Haas énonce qu’un homme sur deux ou trois est un agresseur, elle procède à un amalgame fulgurant. S’il y avait un délit d’incitation à la haine du genre masculin, je pense qu’elle en relèverait ! On en arrive à la situation américaine, où les hommes et les femmes cohabitent comme deux tribus de part et d’autre d’un fleuve et ne peuvent communiquer que par le droit, dans un état d’hostilité contractuelle permanente. « Les deux sexes mourront séparés », disait Proust. Aux États-Unis, ils pourront toujours se parler par l’intermédiaire de leur avocat.

L’espace qui relevait du privé est-il en train de disparaître au profit d’une judiciarisation de tous les rapports sociaux, y compris amoureux ?

C’est très visible sur les campus américains. Dès les années 1990, le collège d’Antioch (Ohio) avait institué une charte entre garçons et filles. Elle stipulait que « le consentement devait être obtenu et renouvelé à chaque activité sexuelle » et détaillait chaque zone anatomique autorisée à l’exploration, les seins, les cuisses, le type de baiser, etc. Ce type de recommandations s’est étendu. Il existe des applications pour téléphone portable comme « Yes to Sex » qui permet de remplacer le consentement tacite par un consentement affirmatif, formalisé par la technologie. Outre qu’on réintroduit le regard social dans un acte intime, il est inquiétant de constater que si un « non » est toujours un « non », un « oui » n’est jamais totalement un « oui » . Certaines étudiantes déçues reviennent sur leur accord et relisent rétrospectivement l’acte amoureux comme une agression, se gardant la possibilité de poursuivre en justice.

C’est paradoxal venant d’une société pourtant très libérale…

Le vrai pouvoir aux États-Unis est judiciaire, et non pas politique. Le rêve américain est celui d’une société entièrement recréée et refaçonnée par le droit jusque dans ses plus petits aspects et qui bannit l’usage, c’est-à-dire l’héritage involontaire, porteur de siècles d’assujettissement. Ce caractère procédurier est problématique quand il doit régler le domaine flou des affects et des passions. Tous les rapports amoureux sont codifiés, même la drague qui s’apparente parfois à un entretien d’embauche. On se donne des rendez-vous, des « dates » selon une gradation et un parcours plus rigide que la carte du Tendre. L’Amérique est une société de la règle là où nous sommes une société des moeurs qui laisse plus de place à l’improvisation, au jeu et à la coquetterie. Dans ce néopuritanisme, le prêtre est remplacé par l’avocat et le juge. Oubliant que l’amour est aussi un beau risque, quiconque s’estime lésé dans une relation doit pouvoir demander réparation. Chacun est sommé de mettre son désir au clair, de savoir à l’avance ce qu’il veut, d’évacuer la catégorie du « peut-être ». On oublie que la convoitise procède par voie détournée, affectionne l’ambiguïté et qu’on n’est pas toujours sûr de son désir avant de le réaliser. Ces procédures font bon marché de la complexité des sentiments humains. La France doit résister au climat de maccarthysme moral qui nous vient des États-Unis ; pour nous, ce qui réunit les hommes et les femmes importe plus que ce qui les divise. Nous avons à préserver cette atmosphère d’amitié érotique et amoureuse qui fait de l’Europe latine un lieu de haute civilisation. En ce domaine, il est possible que le Vieux Monde soit l’avenir du Nouveau.

Dans un discours remarqué à la marche des femmes, l’actrice Natalie Portman appelait à faire « une révolution du désir ». Cette volonté de politiser le désir est-elle dangereuse ?

La révolution à Hollywood ne sera jamais qu’une autre version de Hollywood. L’idée d’une solution politique aux malheurs de l’amour n’est pas nouvelle. Elle naît chez Sade et Fourier et sera théorisée par Wilhelm Reich au XXe siècle : une bonne gestion des pulsions libidinales devrait ramener la paix dans la société. Mais l’amour n’est pas une maladie qui se prête à la réforme. Nous désirons des êtres qui nous désirent en retour dans le meilleur des cas et cette simple réciprocité est une telle merveille que nous n’avons nul besoin d’y introduire la ritournelle de la Révolution. À la loi de protéger les personnes, aux citoyens de s’aimer comme ils l’entendent sans que l’État ou la justice interfèrent. Céder au sentiment amoureux, c’est renouer avec le vieux théâtre des passions. On est souvent révolutionnaire dans ses déclarations mais toujours désuet dans ses inclinations. N’oublions pas enfin l’immense armée des invisibles, hommes et femmes qui n’ont pas accès au grand festin de la volupté et que l’injonction de la belle et talentueuse Natalie Portman risque de laisser froids.

Certains dénoncent « une culture du viol » qui serait partout présente dans les représentations artistiques et populaires. Y voyez-vous une volonté d’épuration ?

Déjà dans les années 1990, Picasso, Balthus, Renoir, Degas, Gauguin étaient la cible de militantes soucieuses d’épuration esthétique. Une universitaire française explique, par exemple, dans Libération que le film Blow-Up doit désormais être regardé comme une incitation au viol. On va revoir Polanski, Fellini, Truffaut sous cet angle éradicateur. Dans le Magazine littéraire, une « spécialiste » de littérature, Sophie Rabau, recommande de balancer son porc dans la fiction : Carmen, Célimène et la Traviata cèdent, non pas grâce à la ténacité de leurs amants mais parce qu’elles ont été violées. Idem pour la Belle au bois dormant qui n’a pas consenti dans son sommeil à son baiser libérateur… On va livrer l’ensemble du corpus artistique aux ciseaux de nos nouveaux censeurs.

Avec son messianisme prônant un avenir radieux et réconcilié, le féminisme n’est-il pas la dernière grande utopie du XXIe siècle ?

Le féminisme est trop divisé pour devenir un substitut aux grandes idéologies. La réconciliation entre les sexes est une chimère. Les fatalités anatomiques, les potentialités permises aux uns et refusées aux autres (par exemple la faculté d’enfantement, la différence des jouissances) entravent à jamais le rêve d’une entente idyllique. Il y aura toujours entre les hommes et les femmes un partage indiscernable d’attirance et d’effroi. Mais pour les théoriciennes du genre, deux sexes, c’est encore trop. Les années 1960 étaient fondées sur l’utopie joyeuse d’une promiscuité universelle, d’autant qu’alors le sida n’existait pas. Si on avait relu les classiques de la littérature française, et notamment le marquis de Sade, on aurait compris que toute libération des désirs est aussi libération du droit de chacun à posséder n’importe qui. Chez Sade, cette libération va jusqu’au crime.

N’assiste-t-on pas à un retour de bâton, cinquante ans après le « jouir sans entraves » proclamé par Mai 68 ?

Nous sommes vraiment sortis de Mai 68. On croyait alors périmer 2 000 ans de judéo-christianisme, transformer les parties honteuses en parties glorieuses. Le tournant est venu dans les années 1980 avec les affaires de pédophilie : le désir a perdu son innocence. Étrange aventure pour une génération qui a voulu briser tous les tabous et découvre dans la sexualité une part d’ombre, de violence. Éros est pulsion de mort autant que de vie. Aujourd’hui on voudrait contradictoirement garder le porno, la permissivité, tout en pénalisant les pervers. Comme s’il fallait se venger des libertés accordées en matière de moeurs. Le mot d’ordre de notre époque est « jouir et punir ». Elle désire en même temps la volupté et le châtiment. Elle risque de ne récolter que la jouissance de la punition.